domingo, 8 de abril de 2012

Emeterio Reyes

Aún recuerdo cuando Don Etéreo se enlistó en el ejército. En esos tiempos no era Etéreo ni era Don, se trataba sólo de un muchacho malcriado de 16 años llamado Emeterio Reyes. Prefirió ir al ejército antes que continuar en la escuela argumentando que ahí aprendería más cosas de las que se necesitan saber para la vida.

Estoy casi seguro de que Emeterio no habría optado por el ejército si sus padres no hubieran muerto en aquel incendio o si su abuelo, que no esperaba tener que encargarse de él, hubiera sido una mejor opción.

Pues así fue como llegó Emeterio, lleno de ganas de ser alguien y con pocas esperanzas de serlo.
Era sorprenderte su repudio a los castigos y su afición por dar motivos para ser castigado. Sin lugar a dudas fue quien más represión recibió por parte de sus superiores. MMuchas veces incluso estuvo hospitalizado tratando de sobrevivir, sólo para regresar a terminar de pagar los castigos que ya se había ganado. Y a pesar de tanto dolor sobrevivió hasta el día que inició aquella terrible guerra, justo dos años después de su llegada. Con la fortaleza que había adquirido y el coraje con el que había llegado, se dirigió al campo de batalla. Sin ningún amigo entre sus conocidos, a enfrentar enemigos que no conocía.

Es imposible saber lo que pensaba al partir, pero fue la primera vez que lo vi sonreír. Aquella era la misma sonrisa que después iluminaria su rostro durante las batallas, la última sonrisa que muchos vieron antes de morir. Lo último que vieron todos los soldados que llego a matar.

Nada lo detenía, nada en la guerra era superior a los castigos que había recibido durante los entrenamientos. Aunque, recordando aquellos castigos, creo que ni la muerte los superaría.

Emeterio sabía lo que quería, fue una lastima tener que abandonarlo a su suerte en aquella sangrienta batalla de Jaraneo. Una bala le hirió la pierna impidiéndole caminar y otra le dio en el hombro. NNNadie en el batallón le ayudamos a salir. Él siguió peleando y cuando abandonamos la batalla lo escuché aún a lo lejos gritando: “no huyan cobardes”. Ese fue el final de Emeterio Reyes.

Y a pesar de todo lo que he pasado en mi larga vida, nada me sorprendió y me causó y tanto miedo como conocer a Don Etéreo. Tal vez se los cuente otro día…

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